Unos treinta millones de italianos emigraron entre los siglos XIX y XX
Partieron «a buscar fortuna», lo que en ese momento significaba escapar de la miseria, realizando un proyecto muchas veces de carácter familiar.
Algunos se mudaron a la vecina Europa, para no alejarse demasiado de los lugares y vidas que vivían en su tierra natal. . Otros, en cambio, eligieron el continente americano, que siempre ha sido una tierra mítica de oportunidades y contradicciones, las mismas que relataban los emigrantes en la correspondencia que enviaban a sus familiares que permanecían en el exterior.
En el panorama continental americano, a ningún lado han ido y se han quedado los italianos como en Argentina.
No sólo por las cifras, aunque importantes, que describen el fenómeno: se estima que en el período comprendido entre 1870 y 1925 llegaron a la tierra de la plata casi 2,5 millones de italianos.
Concentrados principalmente en las zonas costeras de Buenos Aires, Santa Fe, al sur de Córdoba y en la provincia de Entre Ríos. Como resultado de este fenómeno, hoy Argentina es la nación, fuera de Italia, con mayor presencia italiana.
. La perspectiva italiana: las causas de la partida hacia «Merica»
La gran emigración se inició en 1870, y está íntimamente ligada a los procesos de transformación que tuvieron lugar en el campo italiano.
Los factores desencadenantes de esta ola migratoria fueron entre otros que ya no encontraban las condiciones minimas para sobrevivir o incluso de un poder de atraccion que ejercia America y sus oportunidades .
Los primeros viajes partieron de Génova que, junto con Nápoles y Palermo, era el principal puerto de salida. Como era de esperar, el flujo tuvo como protagonistas a emigrantes ligures, piamonteses y lombardos.
Inicialmente, los campesinos italianos se dedicaron a lo único que sabían hacer: trabajar la tierra. Sembrando cereales y cultivando hortalizas, rompieron la monotonía salvaje de la pampa.
No es casualidad que si en la Argentina la inmigración italiana es una historia de gran éxito, se debe principalmente a la necesidad de mano de obra que demandaba con fuerza el sector agrícola, que fue acompañada paulatinamente por la formación de una burguesía urbana.
De hecho, se creó un “proletariado urbanizado”, dado que los emigrantes se hicieron cada vez más presentes en todos los grupos socioprofesionales, desde la agricultura a la industria, pasando por el comercio, la construcción y los servicios.
Emigraron y se enfrentaron a la incógnita de un largo y angustioso viaje en busca de mejores condiciones de vida.
Comenzaba la esperanza, el gran sueño de una tierra lejana, pintada como una especie de paraíso terrenal: América. Tras la unificación italiana, el éxodo no fue obstaculizado por la clase dominante que, por el contrario, fue vista con alivio.
Para los italianos, Argentina era un destino privilegiado por las posibilidades que ofrecía en el imaginario de los migrantes
El carácter italiano en la Argentina es difícil de definir, pues ha logrado contagiarse a lo largo del tiempo en toda sociedad
Es, al menos en parte, visible en las Pequeñas Italias de Buenos Aires. Los “barrios italianos” nacieron como resultado de cadenas migratorias, es decir, de la presencia de comunidades italianas que facilitaban la llegada de compatriotas y su integración.
La Boca es el barrio en el que, probablemente, se nota más el impacto sociocultural de los italianos en Argentina. En 1887, la mitad de los habitantes del barrio eran italianos y fueron ellos quienes fundaron y administraron escuelas, instituciones culturales y asistenciales, sociedades de ayuda mutua, cuerpos de bomberos voluntarios, periódicos, revistas y teatros.
La Boca es también un lugar que, con el tiempo, se ha transformado de una zona de aterrizaje de primera necesidad para los migrantes -reconocible por las chozas policromadas hechas de «chapa y madera» – en un barrio bohemio de moda y Ciudadela de las artes contemporáneas.
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